Libertad, Igualdad, Fatalidad de Claudio Correa en MNBA

Mástiles y velas, a modo de sinécdoque de una gran embarcación, ocupan a partir de hoy, y hasta el 27 de noviembre, el hall central del Museo Nacional de Bellas Artes (y pronto en la cuenta de Instagram más cercana a usted, me incluyo). Se trata de la intervención Libertad, Igualdad, Fatalidad del artista nacional Claudio Correa, que busca crear una reflexión en torno a lo que significa el viaje, la exploración y la (in)migración.

Sendos mástiles que flotan bajo la bóveda del hall del museo sostienen una serie de velas blancas, las que se mueven con el viento que turbinas le impulsan, mientras coros de voces de inmigrantes llegados a Chile entonan tres versiones de La Marsellesa creadas por partidos de izquierda latinoamericanos. Junto con la instalación, se hace entrega de una publicación a modo de periódico (en lugar del tradicional librillo), en donde tanto Roberto Farriol, director del MNBA, como el mismo artista y curadores dan sus visiones sobre ésta y temas atingentes. Esta publicación lleva en portada la imagen que adorna el billete de 10 gouardes de Haití (que puedes ver en la imagen de portada de este artículo).

Vista de la instalación desde el segundo piso del museo.
Vista de la instalación desde el segundo piso del museo.

Parece simple, sin embargo, Libertad, Igualdad, Fatalidad esconde una serie de complejidades que son dignas de analizar. Y a partir de ello, Correa (Arica, 1972) dispara e ilumina una serie de contradicciones.

Libertad, Igualdad, Fatalidad se inspira en el lema de la Revolución Francesa y la Primera República gala, Libertad, Igualdad, Fraternidad. Producto de la revolución, su líder, Napoleón Bonaparte, termina con el Antiguo Régimen de reyes y se pone a la cabeza de la República, convirtiéndola posteriormente otra vez en una monarquía de la que él mismo se coronaría emperador. En tanto, la más lucrativa de las colonias francesas, Haití, aprovecha de realizar su propia revolución -liderada por esclavos- y logra vencer a su metrópoli, Francia, a Gran Bretaña y a España, independizándose en 1804. Los esclavos negros llegan al poder y su líder convierte a la segunda república libre de América… en una monarquía. El lema de Haití -hasta el día de hoy- pasa a ser Libertad, Igualdad, Fraternidad.

Haití pasa de ser “la Perla del Caribe”, de subyugar a su vecina colonia española de Santo Domingo (hoy República Dominicana) y ayudar con fondos la lucha independentista de Simón Bolívar, a ser hoy el país más pobre de América, devastado por los desastres naturales y la corrupción.

Vista de la instalación desde el primer piso.
Vista de la instalación desde el primer piso.

Chile, una vez la colonia más pobre del Imperio Español y hoy convertido en una nueva América, se ha convertido en el polo que atrae a los migrantes del continente y más allá del Pacífico y del Atlántico, volviéndose en la nueva esperanza de haitianos, colombianos, venezolanos, dominicanos, peruanos, bolivianos, argentinos, españoles y palestinos, quienes huyen de la guerra, de la pobreza o de la opresión. Pero ¿qué tanto puede nuestro país estar a la altura de las expectativas de quienes llegan a sus tierras en búsqueda de una nueva oportunidad?

Al tiempo que las velas de este navío se mueven al viento, podemos escuchar voces -principalmente femeninas- cantando al ritmo de La Marsellesa, el himno que acompañó la Primera República Francesa y que se volvió en un símbolo de los ideales de facciones políticas en las naciones americanas. No obstante, se trata de las versiones escritas por el Partido Socialista de Chile, por el Partido Aprista de Perú y por la Argentina Anarquista. Partidos que aboga(ba)n por lo americanista y, sin embargo, se arropan con la tradición europea.

Misma tradición europea, representada en la arquitectura del Palacio de Bellas Artes (copia a escala del Petit Palais de París) y el ideal del arte al que nuestra sociedad aspiraba cuando éste fue inaugurado, se enfrenta con estas velas que al viento buscan atravesar fronteras. ¿Qué tanto de nuestra tradición e identidad nos pertenece, y qué ocurre, entonces, con las que de aquellos que llegan a vivir acá?

 

Las voces que entonan estos himnos pertenecen a inmigrantes llegados a Chile en el último tiempo desde Perú, Colombia, Venezuela y Bolivia, entre otros países. Claudio Correa confiesa en la publicación que acompaña a la instalación que recuerda el “caso de las cantantes venezolanas en el coro. A ellas les parecía irónico tener que cantar la parte del himno del Partido Socialista, ‘arriba el socialismo obrero’, cuando justamente de eso venían huyendo’”. Son voces que entonan estas palabras al viento, y que terminan perdiéndose entre los recovecos de la gran caja de resonancia en la que se convierten las paredes del museo.

La embarcación que recrea Correa es una reproducción a escala del tipo de naves que traían a colonos a Chile a fines del siglo XIX (curiosamente, no se les llama inmigrantes), en un proceso ordenado y confiado al Estado. La inmigración de la que somos centro hoy dista sustancialmente de aquella de hace 150 años: llega huyendo, escondida y precaria, sin que exista alguna norma o plan real por parte del Estado.

Libertad, Igualdad, Fatalidad es un proyecto FONDART 2016, y cuenta con la colaboración de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación y de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Santiago.

Libertad, Igualdad, Fatalidad, de Claudio Correa
Del 7 de octubre al 27 de noviembre de 2016.

Museo Nacional de Bellas Artes
José Miguel de la Barra 650, Santiago.
De martes a domingo, de 10 a 18.45hrs.
Entrada liberada.

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